jueves, 27 de mayo de 2010

La importancia de tener amigos

En esta oportunidad compartiremos un fragmento del libro "La fórmula de la felicidad", dedicado a la amistad. Hace poco conversaba con un amigo acerca de ese tema y sentí profunda curiosidad de saber cómo funciona la amistad en nuestro organismo. Puse en marcha una ardua investigación y conseguí estos interesantes párrafos, espero que sean de su interés.

Me permito dedicar esta entrada a este querido amigo que la vida me ha dado la oportunidad de hallar luego de muchos años, con mucho cariño para ti.

Ser sociables resulta imprescindible para los humanos. Sonreímos al escuchar la voz de un ser querido, y sentimos el calor de la compañía humana. El que padece soledad, o no se lleva bien con las personas de su entorno, difícilmente albergará sentimientos felices. Las amistades así como el calor de una familia son como el terreno fértil en donde la felicidad germina.

“El que suprime de su vida una amistad, es como si le arrebatase a la Tierra el Sol”, escribió el estadista romano Cicerón, y tenía razón. La moderna sociología corrobora la importancia de una red de relaciones para la plenitud vital. Estos vínculos con los demás son uno de los pocos factores externos que fomentan la satisfacción prácticamente en cualquier circunstancia, tal como han demostrado el sociopsicólogo británico Michel Argyle y otros. No hay otros parámetros de eficacia equivalente o superior, salvo la calidad de las relaciones de pareja, la frecuencia de las relaciones sexuales y la actividad física.

Los amigos nos ayudan a alcanzar mayor longevidad. Los contactos sociales mejoran la esperanza media de vida tanto como la perjudican el tabaco, la hipertensión y el exceso de peso, y tanto como la favorece la práctica regular de un deporte. Con la independencia de su edad, su estado de salud y su sexo, la persona solitaria tiene doble probabilidad de fallecer el año que viene, en comparación con los socialmente bien arropados. En cambio fumar aumenta esa misma probabilidad en un factor de uno y medio.

La soledad pesa mucho, desde luego, tanto en el aspecto mental como en el físico. Para combatir el estrés, pocas estrategias tan eficaces como acudir en ayuda de los demás, cuando se puede contar con ellos. Los solitarios no tienen más remedio que arreglárselas sin el calor humano, que hace más llevaderas las aflicciones de la vida. Por otra parte, la misma soledad genera estrés, porque verse solo suele ser una experiencia dolorosa incluso en ausencia de otros factores agravantes.

Tan grande es el poder de los sentimientos en relación con la salud, que ha justificado la aparición de una nueva disciplina científica, la psiconeuroinmunología. En los últimos años viene enriqueciendo en gran medida la documentación disponible acerca de las interacciones cuerpo-mente. Las hormonas del estrés, como el cortisol y otros glucocorticoides, entre otros efectos deprimen la actividad del sistema inmune, según se aprecia entre humanos de vida solitaria.

Las endorfinas atienden a la función general de indicarle al cerebro una situación deseable. Son las responsables del placer que siente el individuo hambriento cuando satisface su apetito con una comida de sabor agradable.

Ese calorcito agradable que sentimos cuando estamos en compañía de nuestros allegados o amigos se atribuye principalmente a las endorfinas, pero esas sustancias por sí solas no explican todo ese tipo de felicidad. La oxitocina y la vasopresina, por ejemplo, tienen su papel en la génesis de los sentimientos amorosos, pero puesto que son indispensables para la memoria social, también intervienen en otros aspectos de las relaciones humanas.

Date la oportunidad de compartir alegrías y tristezas con esas personas cercanas que la vida nos presenta, que nos hacen sonreír y en ocasiones, reflexionar. Nos dicen lo que no nos gusta, pero si una amistad no soporta esto, entonces no era digna de llamarse amistad. Los amigos podemos elegirlos y es importante saber conservarlos, son un tesoro lleno de sorpresas y gratos momentos.

Tengamos amigos... ¡buenos amigos!

Hasta la próxima entrada...

Fuente: La fórmula de la felicidad, S. Klein