
En este momento de mi vida, estoy dando inicio a un nuevo reto académico, lo que me ha demandado un poco más de tiempo, sin embargo no se deben descuidar los compromisos y mucho menos si estos son forjados desde el corazón y por convicción.
Dentro de mi eterna búsqueda para conocer lo que hacen en otras latitudes con respecto al humor, me he topado con un excelente artículo titulado EMOCIONES POSITIVAS: HUMOR POSITIVO escrito por Begoña Carbelo y Eduardo Jáuregui y del cual les compartiré un fragmento por demás interesante y espero que lo disfruten.
El sentido del humor como fortaleza
El sentido del humor es un rasgo positivo porque hace que la persona que lo tiene puede experimentar la risa, el placer subjetivo asociado a ella, los diversos beneficios psico-físicos que puedan derivarse de ella, y la gratificación de hacer reír a los demás, más frecuentemente. Seligman y Petersen lo incluyeron en su lista de 24 fortalezas, al cumplir los tres criterios que emplearon para seleccionar esta lista de rasgos positivos:
- Que se valoren en prácticamente todas las culturas.
- Que se valoren por derecho propio, no como medio para alcanzar otros fines.
- Que sean maleables.
Debería aclararse, sin embargo, que lo que probablemente se valora en todas las culturas es un sentido del humor positivo, ya que el humor negativo a menudo produce rechazo y censura social.
Desde el punto de vista de la psicología positiva, el sentido del humor no se trata de un mero remedio para prevenir o ayudar a superar la enfermedad, sino una virtud que fomenta un mayor bienestar y disfrute de la vida, e incluso, como hemos visto, el crecimiento hacia una mayor humanidad y plenitud. En este sentido es interesante notar que diversas culturas consideran que un sentido del humor positivo es tanto el resultado como la causa de un elevado nivel de sabiduría o madurez emocional.
En las disciplinas místicas de oriente, y en algunas tradiciones de la psicología occidental, una disposición risueña se considera la señal de una persona altamente desarrollada (Jáuregui, 2004). Las representaciones artísticas del Buda, por ejemplo, muestran al maestro de esta tradición sonriendo plácidamente o incluso riendo a carcajadas, una risa que diversos textos budistas relacionan con la gran ilusión (broma) de las apariencias que según el budismo engaña al ser humano. En la tradición del yoga, uno de los ocho preceptos morales más importantes es Santosha, el deber de cultivar una actitud lúdica y alegre. De hecho, algunos de los líderes espirituales orientales más conocidos y venerados en Asia, como el actual Dalai Lama o Mahatma Gandhi, han demostrado un admirable sentido del humor a pesar de trayectorias vitales llenas de grandes tragedias personales, cargas de responsabilidad importantes y todo tipo de dificultades.
Al mismo tiempo, estas mismas tradiciones, y otras muchas, han recomendado el uso del humor positivo para superar las emociones negativas y las ataduras del ego, y así alcanzar la sabiduría. Las paradojas zen, por ejemplo, fuerzan al practicante a confrontarse con el absurdo para superar las limitaciones del lenguaje y el pensamiento, tratando de provocar un momento de iluminación o satori mediante la risa. Más cercanos a nuestra propia experiencia, los festivales y ritos que celebran la risa, la locura creativa, el juego, la sátira, la broma y el engaño (las fiestas españolas –en especial las Fallas Valencianas—, el fin de año, el "día de los inocentes") existen prácticamente en todas las culturas, proporcionando un escape de la rigidez mental que caracteriza el grueso de nuestras vidas.
Un sentido del humor positivo, en su máxima expresión, permite al ser humano afrontar los problemas y desajustes de la vida porque pone su vida entera en perspectiva. El ego, y todas sus ataduras, se observan con distancia, como si el mundo fuera un gran teatro y el individuo pudiera disfrutar el espectáculo desde las butacas. Puede reírse de si mismo y de todo, porque entiende que nada es tan importante como parece. Desde ese punto de vista, los pequeños y grandes problemas, los errores e imperfecciones, los desastres y las amenazas, ya no asustan ni intimidan. Desde ese estado de sabiduría, todo es vanidad, todo es ridículo, y las mayores logros y hazañas de la humanidad no es más que el trabajo de minúsculas e inocentes hormiguitas en un universo que escapa por completo a su limitada comprensión. Como dijo Charles Chaplin, "La vida es una tragedia en el primer plano, pero una comedia en el plano general".
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